El sendero de la vida
En la senda de la vida
he dejado mis amores,
unos bellos, como flores,
otros tristes, de llorar,
y, entre sueños y placeres,
he cubierto de colores,
los amargos sinsabores,
que no conseguí olvidar.
Una vez quise ser yo
una linda mariposa,
a una flor, la más hermosa,
mis encantos fui a dar;
entonces, como un clavel
seducido por la rosa,
me quedé preso, ¡qué cosa!
y, ya no volví a soñar.
Me di cuenta que en la vida
prevalece la hermosura,
y que toda esa figura,
con moneda es mucho más;
pero también supe ver,
pero también supe ver,
que el amor y la ternura,
si es fiel, es lo que perdura,
el tiempo da lo demás.
Cuánto placer en la vida
si dispones de riqueza,
y, también, ¡cuánta tristeza!
si la suerte ha de cambiar;
de las más bellas virtudes
la más grande, la nobleza,
la fuerza de la franqueza,
no has de olvidarla jamás.
Las malas artes y engaños
aprendí bien del mundano,
al que nunca di mi mano
por no atender su crueldad,
más comprendí, que es lo mismo,
ser traidor, fiel o tirano,
porque más tarde o temprano,
cuestionan tu honestidad.
Senderito de mi alma
por el que voy caminando,
la vida en él, voy dejando,
junto a flores de azahar,
y, en esa huella cansada
que la tierra va marcando,
mi pasado va quedando,
ése, que no ha de tornar.
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Fotografía del autor:
Publicada en Canal Literatura
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