Nueve rosas
volví fiel a mi tierra que dejé abandonada,
atrás quedaron todas mis dichas para siempre;
los triunfos y fracasos se fueron como el agua.
Al final de mi viaje y en medio de un camino,
por fin divisé el pueblo allá en la lontananza;
su paraje era hermoso, lo recordé al momento,
su paraje era hermoso, lo recordé al momento,
calmando de alegría la sed de mi esperanza.
Nada había cambiado, era todo lo mismo,
las gentes, sus costumbres, la vida cotidiana;
una mezcla de todo, de locas vanidades
que a mí solo me dieron recelo, pena y ansia.
Me adentré por el centro ufano y presuroso,
y, entre las callejuelas salvando la distancia,
la vi doblar la esquina, radiante y sonriente,
con su esbelta figura y sus bellas pestañas.
con su esbelta figura y sus bellas pestañas.
Era su rostro vivo hermoso como siempre,
semblante delicado, sencillo en su elegancia;
iba tan primorosa, igual que cuando niña,
discreta, comprensiva, generosa y callada.
Entré firme en su tienda decidido y dispuesto,
a conversar con ella o al menos saludarla,
y, con el buen pretexto de comprar regalos,
me aproximé a su lado cegado de nostalgia.
y, con el buen pretexto de comprar regalos,
me aproximé a su lado cegado de nostalgia.
Estaba allí, vendiendo ramilletes de flores,
rosas, calas, claveles y otras tantas fragancias;
la pedí nueve rosas, su misma edad de entonces,
para verla de cerca y poder contemplarla.
El rojo tan cautivo de las rosas aquellas,
embriagó mis sentidos con mágica semblanza,
y, aquél tiempo pasado de amores y de ausencia
se desató de pronto con dicha y añoranza.
La observé en el silencio, callado y muy discreto,
como persona extraña que mide sus palabras,
La observé en el silencio, callado y muy discreto,
como persona extraña que mide sus palabras,
más llegado a un extremo de pasión y de celo,
fue tanto el sentimiento que pretendí besarla.
Me quedé tan absorto, tan bloqueado y tan mudo,
que olvidé preguntarla si estaba ya casada;
tan solo un pensamiento me invadió ese momento,
de aquellas lindas tardes y, todas las mañanas,
de aquellas lindas tardes y, todas las mañanas,
que aún siendo solo niños, al salir del colegio,
conversábamos juntos camino de su casa.
Un beso cariñoso de afecto y de ternura,
tuvo siempre conmigo y, tanto la apreciaba,
que fuimos más que nunca dos amigos perfectos,
despertando al amor en esa edad temprana.
tuvo siempre conmigo y, tanto la apreciaba,
que fuimos más que nunca dos amigos perfectos,
despertando al amor en esa edad temprana.
Era ella lo sé, la misma de ojos negros,
dulce sonrisa eterna, ¡vida de mi alma!
dulce sonrisa eterna, ¡vida de mi alma!
aquella que de niña me ofrecía su mano,
temblaba de cariño y luego suspiraba.
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Poemas 2015. Fotografías del autor
Publicada en Canal Literatura
Nueve rosas - (c) - Juan Antonio Galisteo Luque
Publicada en Canal Literatura
Nueve rosas - (c) - Juan Antonio Galisteo Luque