Las campanas




LAS CAMPANAS

Como sombras en la noche 
que duermen y no descansan,
como fantasmas que viven 
en la penumbra y el alba,
se distinguen por sus ecos 
el rumor de las campanas.
*
A vosotras, que anunciáis
con fe viva la esperanza,
y que con celo advertís
la alegría y la desgracia,
¡merecéis todo respeto!
*
Campanas de medianoche
tristes, lúgubres, calladas,
latid ansiosas al aire
y que el viento escuche en calma, 
que la tierra vitalice 
vuestras sonoras palabras.
*
¡Qué más puedo yo deciros! 
“si no os puedo decir nada”
Que en las sombras de la noche 
misteriosas y acusadas,
hicisteis llorar los vientos 
al escucharos campanas.
Quizá fueran de alegría 
las lágrimas acusadas;
quizá fueran de dolor, 
más yo sentí que lloraban.
*
Como sombras en la noche 
que duermen y no descansan,
como fantasmas que viven 
en la penumbra y el alba,
apreciamos con respeto 
el doblar de las campanas.
*
Vosotras que florecéis 
con fe viva la esperanza,
y que con celo advertís 
la alegría ó la desgracia,
¡no despertaréis jamás 
el descanso de las almas!
------------------
Autor: Juan A Galisteo Luque
Del poemario: Café Boulevard
Fotografías del autor.

Comentarios

  1. Las sentidas campanas de la torre que todos escuchamos en nuestros pueblos y aldeas alguna vez. Bonito homenaje en este romance que nos dejas Juan, felicidades.
    Un abrazo.

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  2. Inspirador tu poema, Juan...Las campanas nos llaman y nos cuentan tantas cosas...!!Recuerdo que en Salamanca se oían campanas por todas partes y era una fiesta constante, nunca lo olvidaré...Mi felicitación por este poema, que eterniza a las campanas en un digno y sentido homenaje.
    Mi abrazo y feliz jueves, amigo.

    ResponderEliminar
  3. Juan, muy buen poema a las campanas, en mi infancia, ellas repicaban en varias ocasiones, cuando alguien moría (este sonido es el que aún perdura hasta hoy), cuando había un incendio en los trigales ya maduros, este sonido era horroroso, tocaban todas las campanas del pueblo con una apremiante tañido, cuando se perdía un niño, este tañido era muy triste y se tocaba con las campanas pequeñas, lo mismo que cuando él qué fallecía un niño, también era un sonido muy dulce, le llamaban el Din dilín Din... con tu poema me he dado cuenta que las campanas estuvieron en mi vida, hasta que nos vinimos a Madrid, porque mi padre, un bracero agrícola, en las tierras del todopoderoso Marqués de Comillas, no ganaba lo suficiente para vivir. Aquí en Madrid, no las he escuchado nunca y su sonido me encanta, arroparon mi vida en mis primeros años.

    Juan, has hecho un sentido homenaje a estas pregoneras, trovadoras de la vida de un pueblo,

    Un gran abrazo con cariño.
    Ángeles

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